viernes, 28 de octubre de 2011

Capítulo seis.





Los amigos de Mel, eran muy agradables conmigo. Yo no era lo que se dice “tímida”, pero últimamente así me sentía, como si no encajara en ningún lado. Claro que hablaba con las chicas, mientras los chicos hablaban entre ellos. El chico de pecas y ojos grandes color azul, me veía de reojo, al igual que el chico del hoyuelo. Me hacían sentir incomoda.
—Iré por algo de beber. —dije poniéndome de pie. — ¿gustan algo?
—No, gracias, aun tenemos—dijo, creo que Kate. Karen, elevo su vaso mostrándome que aun no se acababa su bebida.
—De acuerdo, ya vuelvo. —Mel me dio un apretón en el brazo, ella entendía que no me sentía bien.

Camine hacia la mesa donde se encontraban las bebidas, tome un pequeño vaso de cristal, le coloque hielos y vertí un poco de whisky. No acostumbraba a beber, pero sentía la necesidad de entumecer un poco mis pensamientos.
—Hola, tú has de ser Sam. Creo que nos vimos hace unas horas, tú tiraste todo lo que traía en las manos… —dijeron detrás de mí. 
—Samantha…—lo corregí, nadie podía decirme Sam, a menos que yo lo pidiera. — Y también tú venias distraído, así que… no me culpes. —dije sin girarme.
—Soy Danny. —Percibí una sonrisa cuando dijo su nombre.
—Lo sé.
—Am… ¿Qué bebes? — Me gire y lo mire.
—Whisky.
—No tienes pinta de ser alguien a quien le guste el alcohol.
—Bueno, pero me gusta. —el intentaba ser agradable conmigo, pero yo conocía a muchos chicos así, que terminaban siendo unos arrogantes y que solo veían la vida como si fuera una total broma.
— ¿Porque Melanie, no te había presentado antes? —Lo mire de nuevo. No planeaba contarle mi vida a un completo extraño.
—Tal vez, porque acabo de llegar a Londres. —dije con un tono de obviedad.
— ¿En serio?, pareces ser de aquí…
—Es porque lo soy.
—Tu acento es raro. —dijo divertido.
— ¿Si? Pues el tuyo igual. —dije molesta, comencé a caminar dejando al chico parado junto a la mesa de las bebidas.

Si, tal vez me estaba comportando como una autentica arrogante, pero tenía muchos problemas y no tenía ganas de que un chico quisiera intentar... ¿ligar? «Pero no estás segura de que lo esté haciendo—me dije a mi misma— ¿Qué sabes tú de ligues?»
Mire el reloj de mi celular y ya marcaban las 8p.m. Maldije levemente. Tome mi bolso y camine hacia las chicas.
—Creo que es hora de que me vaya.
— ¿Tan temprano? —dijo Mel.
—Pero aun no cenamos. —continuo Karen. —Anda, quédate un poco más.
—Lo siento, en serio me encantaría quedarme. —dije sincera. — Pero tengo que regresar. Me dio gusto conocerlos. —sonreí. Los chicos y las chicas me dijeron lo mismo.
Mel me acompaño a la puerta.
— ¿Prometes llamarme, pase lo que pase?
—Lo prometo, Mel. Se cuidarme…
—Pues no parece, solo ve tu labio. —dijo molesta.
—No volverá a pasar. —prometí suspirando.
— ¿Quieres que te lleve? Ya está obscuro, y digamos que no quiero que te vayas en taxi.
—No, no te preocupes. Atiende a tus invitados.
—Yo la puedo llevar. —dijo Danny acercándose a nosotras. Lo mire con cara de “¿a ti quien te hablo?” el chico era molesto.
—Si, es buena idea. Que él te lleve. —dijo, como si hubiera encontrado la solución a alguna enfermedad.
—No. —dije seria.
— ¿Por qué no? No muerdo. —me guiño el ojo, Mel y él rieron. Yo por supuesto, no le encontré chiste alguno.


(…)


—Aquí es. —dije señalando el edificio en donde vivía. —Gracias. —le sonreí rápidamente y baje del auto casi corriendo.
—De nada. —me respondió Danny un poco extrañado.
—No es necesario que te bajes. —dije.
—Como quieras. —se encogió de hombros.
—Gracias. —dije de nuevo, diciéndole adiós con la mano.
El arranco su Audi negro y cuando vi que se había alejado, comencé a subir las escaleras. Era obvio que Ken no se encontraba, ya que su automóvil no estaba en el aparcamiento. Suspire de alivio.

|Melanie|

Después de que Samantha se había ido y nos sentáramos a la mesa a cenar, salió a relucir en la plática.
—Tu amiga es muy seria, Mel. —dijo Tom.
—Si, es muy diferente a ti… no estamos diciendo que no sea agradable, pero… tu entiendes.
—Pues a mí me pareció una completa arrogante. —dijo Danny quien acababa de llegar. Los chicos lo vieron con cara de “guarda silencio” y Karen solo negó con la cabeza. Danny solía ser muy imprudente.
—No, ella no es así. —Dije disculpándola— Lo que pasa es que su madre murió hace unos días y ella acaba de regresar a Londres y digamos que no la está pasando nada bien. —dije. Me preocupaba Sam, pero si ella no se dejaba ayudar o no hacia algo al respecto ¿entonces quien lo haría?
—Retira lo dicho, Danny. —dijo Dougie quien tenía su brazo sobre mis hombros. El y yo teníamos algo.
—Como sea, eso no es excusa para que me trate como si no supiera quién soy.
—En realidad no sabe quién eres. —le dijo Tom. Todos rieron, menos Danny. —Vamos Danny, que estés en una banda no quiere decir que todo el mundo deba conocerte.
—Pues deberían. —Tom solo giro los ojos. Danny estaba un poco cambiado desde su separación, pero no tenia que comportarse como un completo idiota, y expresarse así de mi amiga.
***


|Samantha|

Los rayos del sol se colaban por la ventana, abrí un ojo y después el otro. Me sentía realmente cansada. Ya tenía 2 meses en Londres y cada día la pasaba peor. –Sí, gracias a Ken-.
Me puse de pie y camine hacia el armario, para tomar lo que me pondría el día de hoy. Me di una ducha, me vestí y camine hacia el espejo. Otro labio hinchado y otra mejilla morada. Apreté la mandíbula. Saque de un pequeño cajón el maquillaje que había comprado y disimule los golpes.
Suspire.
Mi celular comenzó a sonar, en cuanto estaba poniendo un pie fuera de mi habitación. No quería despertar a Ken, así que corte la llamada.

De nuevo pase el día cocinando, preparaba la comida y la cena y las dejaba en el refrigerador, para que él las calentara.
La pelea de ayer, no recordaba porque había sido.

(…)
Me estaba haciendo muy buena amiga de los amigos de Melanie, menos del chico de pecas. No sabía, me sentía culpable, ya que el solo había intentado ser amable conmigo y yo me había comportado como una completa idiota. La próxima vez que lo viera, le pediría unas disculpas.

Esa tarde, después de haberle dado de comer a Ken y él se sentara a ver sus partidos de futbol, me había encerrado en mi habitación, hablando por chat con Ashley, después decidí dibujar un rato. Saque mi cuaderno y me le quede viendo al rostro que había dibujado unos meses atrás, era igualito a Danny. En ese momento sentí que mis mejillas se ponían rojas, ¿Por qué estaba soñando con él, si ni siquiera sabía que existía?




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Por favor, creo que no les toma mucho comentar el capitulo, en serio necesito saber si la leen hahaha, como sea. espero les guste :)

NO quiero lectoras fantasmas.


Yanan.

martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo cinco.





Un gran alboroto proveniente de la sala, hizo que me despertara. Mire el reloj que estaba en mi mesa de noche y eran las 8 de la mañana. Me puse de pie, y con los ojos un poco cerrados, salí de mi habitación.
Era Ken, y estaba ebrio. Ahora entendía de donde provenían tantos ruidos, el no dejaba de gritar mi nombre y de golpear la mesa.
— ¿Qué pasa? —pregunte cuidadosa, mientras un bostezo salía de mi boca.
— ¡Donde esta mi café! —grito.
—En la cafetera. —respondí con obviedad, cosa que a Ken no le apareció. Camino rápidamente hacia mí.
— ¡Siguiente regla, no me contestes! — dijo dándome una bofetada, que yo no había visto venir. Sentía mi mejilla arder.
— ¡No eres quien para golpearme! —grite, a lo que Ken respondió con otra bofetada.
— ¿Qué te he dicho? ¡No me contestes! Vives en mi casa, vivirás bajo mis reglas. —dijo tan cerca de mí, que casi sentí ganas de vomitar por el gran olor a cerveza que despedía. —Ahora muévete de mi camino. —dijo empujándome. El entro a su habitación, dando un gran portazo.

¿Cómo se atrevía ponerme una mano encima? Me pregunte durante los minutos que dure bajo el chorro de agua. Ahora si estaba llorando, me sentía impotente y furiosa. ¿Qué podía hacer? « Fue culpa del alcohol.»
Salí de la ducha y me puse unos jeans y una camiseta estampada.

A pesar de lo que había pasado hace unas horas, era un bonito día, y mi habitación tenía una linda vista, así que me senté sobre el marco de la ventana, junto con mi cuaderno de dibujo, quería distraerme. Empecé a dibujar, mi mano se deslizaba suavemente sobre aquella hoja blanca… Estaba dibujando un rostro masculino, el cual tenía tiempo soñando. Ni siquiera lo conocía o lo había visto alguna vez en mi vida, simplemente había aparecido en mis sueños.

Estuve dibujando toda la mañana, ni siquiera había salido para ir a desayunar algo. Me puse de pie, ya que no tardaba Ken en despertarse, y la verdad no quería que se repitiera lo de hace unas horas. Guarde mi cuaderno de dibujo en mi escritorio y me mire en el espejo. Tenía la mejilla un poco morada y el labio hinchado. «Idiota».

Camine a la cocina, saque el arroz y el pollo y los calenté en el horno. Había llegado a tiempo, ya que en cuanto apague la estufa, Ken salió de su habitación, sentándose sobre el mullido sillón reclinable. ¿Le llevaba la comida allá? O ¿esperaba a que se sentara en la mesa? Me decidí por la primera. Saque una cerveza del refrigerador. Con el plato de pollo y arroz en una mano, y la cerveza en la otra, camine hacia la sala. Los deje en una mesita al lado del sillón.
Ken miro el plato que tenía a su derecha y después me miro a mí.
—Huele bien, veamos que tal sabe.
—Hay comida en la nevera, para más tarde—guarde silencio. — Voy a salir… —dije unos segundos después.
—Haz lo que quieras, no soy tu niñero. —dijo tomando la cerveza y subiéndole al volumen del televisor.


Fui por mi bolso, y salí de la casa. En cuanto tuve un pie fuera, me puse a pensar en cómo había cambiado todo, sentí como mis ojos se humedecían. Agradecía llevar el cabello suelto y el fleco cubriendo un poco. Iba caminando con la cabeza baja, intentando que nadie me viera llorar.
Conforme iba caminando, la acera iba llenándose de gente. Pero no le di importancia, hasta que me estrelle con un chico, provocando que lo que él traía en sus manos se cayera.
—Lo siento. —dije inclinándome para ayudarle a recoger sus cosas.
—No, perdóname a mí. —dijo con voz ronca y una ligera risita. El también se había inclinado para recoger sus cosas. —Venia viendo el celular y…—nuestras miradas se encontraron. Pero yo evite que me viera, poniéndome de pie. — ¿Te encuentras bien?
— ¿Perdón? —pregunte sin elevar mi rostro. — ¿A qué te refieres? —cuestione confundida.
—No sé, supuse que te sentías mal. Como venias distraída y…
—Estoy bien… Lo siento. —dije a manera de despedida, dejándolo ahí parado, mirando cómo me iba.

Seguí caminando, pero sentía la vista de aquel chico sobre mi espalda ¿Qué tanto me veía? Di vuelta a la derecha y saque mi móvil. Le llamaría a Melanie.
— ¿Diga?
—Mel, soy Sam… ¿Qué harás hoy?
— ¿Te encuentras bien?
—En realidad no. ¿Dónde estás?
—Voy a tener una pequeña reunión en casa, te espero aquí.
—No, no quiero molestarte.
— ¿Eres una idiota o qué? No me molestas, ven y hablamos. Además, sirve que conoces nuevas personas. Solo van a venir unos amigos y sus acompañantes.
—Bien, voy para allá.

Minutos después, me encontraba tocando el timbre de la casa en la que vivía Melanie.  Me sentía enojada conmigo misma. No dejaba de golpear el piso con mi pie, en espera de que fueran a abrirme la puerta. Melanie abrió la puerta y me vio ahí parada, yo solo eleve las cejas y pase.

La casa de Melanie era perfecta, era sofisticada, pero se sentía el calor de hogar. Ahí vivía Mel, con su madre. Pero más bien era casa de Melanie, ya que su madre se la pasaba de viaje.
Al pasar, me percate de que la mesita que estaba al centro de la sala, tenía toda clase de botanas, y cerca de la puerta de la cocina, había una un barecito lleno de bebidas alcohólicas y refrescos.
—Lamento haberte llamado así nada más. Pero necesitaba verte, no sabía a dónde ir.
— ¿Qué fue lo que paso? —dijo percatándose de mi labio hinchado y de mi mejilla, que seguía ligeramente morada. — ¿Ken te golpeo…?
—Supongo que hice algo mal… no sé, o tal vez el alcohol.
— ¿Cómo lo permitiste? —dijo regañándome.
—No vi venir el golpe, acaba de despertar. No volverá a pasar…
—Sam, promételo.
—Lo prometo, pero…—y en ese momento el timbre nos interrumpió. —Supongo que llego tu visita, iré al baño a refrescarme el rostro.
—De acuerdo, pero la plática sigue pendiente. —dijo, mientras las dos nos poníamos de pie. —Sube a mi habitación, y ponte un poco de maquillaje, si así lo quieres. —yo le sonreí y subí las escaleras.

Para cuando baje de la habitación, la visita de Melanie, ya estaba devorando las botanas y bebiendo. En ese momento me sentí demasiado tímida. ¿Qué hacia? ¿Llegaba y saludaba? o ¿simplemente me paraba ahí, hasta que se dieran cuenta de mi presencia?
Mel me vio acercarme.
—Chicos, quiero presentarles a mi amiga Samantha. —Tres chicos y dos chicas se giraron y me sonrieron. Odiaba ser el centro de atención.
—Hola, mucho gusto. —dije. Un chico rubio que tenía un hoyuelo en una de sus mejillas, estiro su mano hacia mí y yo la estreche.
—Hola, yo soy Tom, y ella Kate. —La chica me sonrió en modo de saludo. —El es Dougie—señalo a otro rubio, con ojos azules. —El señor músculos es Harry—todos reímos ante ese comentario— y su novia Karen. —todos me sonrieron y estrecharon su mano con la mía. —Y bueno, nos falta uno, pero aun no ha llegado.
Dicho eso, el timbre de la casa sonó.
—Creo que es el. —dijo Mel, caminando hacia la puerta.
Observe al chico que acaba de entrar, ¿Dónde lo había visto?
—Y el es Danny. —dijo Tom.
Claro, acababa de chocar con él hace unas horas. ¿Qué hacia aquí? ¿Enserio era amigo de Mel? Qué pequeño es el mundo….




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Por favor, creo que no les toma mucho comentar el capitulo, en serio necesito saber si la leen hahaha, como sea. espero les guste :)
NO quiero lectoras fantasmas.


Yanan.

jueves, 20 de octubre de 2011

Capítulo cuatro.



La ceremonia había sido privada, demasiado, para ser sinceros, ya que solo habíamos ido a despedir a mi madre, Ken y yo. Si, ella tenía amigos, pero los dos sabíamos que a pesar de ser muy sociable, a ella no le hubiera gustado mucho alboroto. Solo querría a las dos personas importantes para ella, ahí. Además, de que no habíamos tenido tiempo para avisarle a todos, solo les mandaríamos una notita diciéndoles lo sucedido y ya. Nada de formalismos.

Antes de llegar al departamento, decidimos entrar a un supermercado a comprar lo necesario para pasar la noche, ya a la mañana siguiente veríamos lo que nuestro nuevo “hogar” necesitaba.
—Esa será tu habitación. —dijo Ken señalando hacia el final del pasillo. —Pondremos reglas. —continuo, mientras le daba un sorbo a su cerveza. —Tú harás las compras, prepararás la cena y la comida, y dejaras el café preparado toda la noche en la cafetera, para que yo por la mañana pueda llevármelo al trabajo. —yo asentí un poco enojada. ¿Así que sería algo así como una mucama para él? ¿Había venido aquí para servirle? —Debe el refrigerador tener cervezas siempre. Y si puedes limpiar un poco la casa de vez en cuando, no me molestaría. Fuera de eso, no quiero saber de ti. No me molestes, a menos que sea urgente y que creas que sea de mi interés. —asentí. —Ah por cierto Samantha, mañana podrías ir a las oficinas de telefonía y pedir que activen el servicio, claro si quieres, al igual que el internet. Pero eso lo pagas tú. —rodee los ojos. —Ahora, lárgate.

Dicho eso, Ken salió de mi vista y se tumbo en un sillón reclinable que estaba frente al televisor. Suspire, me sentía enojada y dolida. Camine hacia la que sería mi habitación, al entrar, percibí un poco de olor a humedad, así que abrí las ventanas y deje que el aire circulara. No estaba tan mal, era de un buen tamaño y fuera del olor, era hasta linda y agradable, además tenía un baño para mi sola. Después de desempacar, me duche y ya con el pijama puesto, decidí llamarle a Melanie, de quien tenía 10 llamadas perdidas, pero no sin antes salir y preguntarle a Ken si quería algo de cenar, pero al no escuchar nada, me asome por la ventana y vi que su auto no estaba, había salido.
— ¿Mel?
— ¿Samantha? ¡Por Dios! ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué solo un mensaje de texto?
—No me regañes, no tengo ánimos de nada. Da gracias de que te avise a ti, no le avise a nadie de aquí.
—Lo siento —dijo. — ¿Cómo te sientes?
—Me siento vacía, no sabría explicarlo. —fue lo único que dije, no quería entrar en detalles, ya que podría soltarme llorando.
— ¿Estas en Essex?
—No, estoy en Londres… Viviendo con mi padrastro. —dije sin ganas.
—Sigue sin agradarte, ¿cierto?
—Y nunca me agradara, es tan… insoportable.
—Así que estas en Londres… ¿Quién lo diría? Yo estoy viviendo aquí también, desde hace unos años.
— ¿En serio? —eso me animo un poco.
— ¿Por qué te mentiría? Si quieres, nos podemos ver mañana.
—Si, creo que me haría bien verte. ¿Dónde nos vemos?
—Te parece si nos vemos en, ¿Monmouth Coffe?
—No sé dónde queda, pero pediré un taxi. —dije divertida.
— ¿O prefieres un Starbucks?
—No, ahí está bien. El Starbucks es muy, comercial... no sé, solo dame la dirección.
— ¿Tienes donde anotar? — hice un sonido con la boca, dándole a entender que sí. —De acuerdo, 27 de Monmouth Street.
—Perfecto, ¿te veo ahí para desayunar?
—Sí. ¿Y dónde te estás quedando?
—Son unos departamentos, no están mal. Me imaginaba algo peor.
— ¿Qué tal la zona?
— Bien, te digo que esperaba algo peor, se ve tranquila, podría salir a caminar y regresar viva a casa—dije en broma— Además hay grandes casas frente. Estamos cerca del centro de Londres.
— ¿En serio? Bueno, menos mal. Amiga, me alegro escuchar tu voz… te dejo. Mañana nos vemos.

Antes de apagar las luces y acomodarme para dormir, hice una lista mental para recordar que es lo que tenía que hacer mañana.
***

Salí de la ducha y me vestí con unos vaqueros entubados de mezclilla y una playera holgada, estampada con rayas blancas y azules y unos converse azules. Me cepille el cabello, para después hacerme un recogido alto. Nada formal, solo un simple chongo. No era de usar mucho maquillaje, solo usaba mascara para pestañas, y brillo labial. Algunas veces usaba una línea negra sobre mis parpados, pero esta vez no era necesaria, solo saldría a desayunar.
Tomo mi bolso lo colgué sobre mi hombro y tome las llaves. Antes de salir me percate de que Ken aún no había llegado, ¿Dónde se había metido? No me importaba.

Salí del departamento, y camine por la acera hasta que encontré un taxi, antes de llegar a la cafetería le pedí que me llevara a una tienda, para comprar un celular nuevo. El me dejo fuera y yo baje corriendo, compre el primero que me ofrecieron y regrese rápidamente al taxi, ahora si le indique la dirección y en menos de 15 minutos ya me encontraba fuera del Monmouth Coffe. Le pague al taxista y baje.
Buscaba con la mirada a aquella chica de cabellos rojizos y sonrisa picara, cuando vi que me hacía señas desde el otro lado del vidrio. Sonreí y camine hacia nuestro encuentro.
Nos saludamos muy efusivamente y nos sentamos para empezar a hablar y a desayunar… hablamos de todo, incluso en más de una ocasión, estuve a punto de llorar.
—Es un patán. —dije, refiriéndome a Ken.
— ¿Y qué harás al respecto?
—No lo sé, mis padres me dejaron dinero, pero no podre disponer de él hasta que tenga veinticuatro.
—Demonios. ¿Crees aguantar dos años con él?
—Bueno, ya aguante poco más de 3 años, ¿Qué serán dos más? —dije mientras le daba un sorbo a mi café.
Seguimos platicando de nuestras vidas y de cómo habían cambiado.
Le estaba dando mi nuevo número telefónico y al mirar la hora nos dimos cuenta de que ya era tarde, así que pedimos la cuenta, Melanie no me dejo pagar.
—La próxima vez invito yo. —dije intentando parecer un poco indignada.
—De acuerdo, Sam.
—Bien, debo irme. Aun me faltan muchas cosas por hacer y no quiero tener problemas con Ken.
— ¿Quieres que te lleve?
—Solo si te queda de paso, necesito ir a activar el servicio telefónico.
—Si, claro, yo te llevo.

(…)


Para cuando termine de hacer todas las compras, y de haber activado el servicio telefónico y el internet, ya eran las 2 de la tarde. Sabía que no iba a alcanzar a llegar y prepararle la comida a Ken, así que hice una parada en un restaurante de comida china y pedí varias órdenes, sabía que le gustaba, así que no tendría problemas.

Entre al departamento con dificultad, ya que traía muchas bolsas. En cuanto cerré la puerta, vi a un Ken enojado parado en la cocina, mirándome fijamente.
— ¿Dónde jodidos estabas? ¿No ves la hora? ¡Tengo hambre! — se acerco a mí y me tomo fuertemente del brazo. Solté un pequeño gemido de dolor.
—Me lastimas. —dije. El olía a alcohol y traía la misma ropa de ayer.
—No me importa. —me seguía jaloneando, sentía que se iba quedar con mi brazo. —Anda, dame de comer. — me empujo hacia la cocina. Quería llorar de coraje, ¿en qué momento había dejado que empezaran a pisotearme? yo no era así.
Con las manos temblorosas por lo que había pasado, saque los platos de comida y se los puse en la mesa.
— ¿Qué es esto? —dijo después de un rato mirando con asco su plato.
—Pensé que…
— ¿Pensaste qué? No pensaste nada, esto es asqueroso. —dijo aventando el plato repleto de comida al piso. —No sirves para nada. —se puso de pie, tomo su chaqueta y sus llaves y salió azotando la puerta.

Me incline rápidamente para limpiar la comida del piso, las lágrimas no se hicieron esperar, y comenzaron a caer. «Quizás, tuvo un mal día en el trabajo» me dije, en un intento de darse ánimos.
Después de limpiar y acomodar las cosas en la alacena, prepare un poco de pollo y arroz y los deje en el horno, para cuando Ken regresara. Yo tenía apetito, así que tome una manzana y me a mi habitación, quedándome ahí lo que restaba del día.




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Por favor, creo que no les toma mucho comentar el capitulo, en serio necesito saber si la leen hahaha, como sea. espero les guste :)
NO quiero lectoras fantasmas.


Yanan.

lunes, 17 de octubre de 2011

Capítulo tres.




Para cuando llegue a mi casa, ya había una ambulancia fuera. Baje del auto rápidamente y subí a la habitación de mi madre. Mi corazón parecía que se iba a salir. Temía lo peor.
Abrí la puerta y vi a mi madre rodeada de médicos, con una mascarilla que le proporcionaba oxigeno.
— ¿Qué paso? —dije al borde de las lagrimas. Lucia, la enfermera se acerco mí.
—Dice el doctor, que puede que no pase de hoy… lo siento mucho.
— ¿Qué? —el nudo en la garganta que tenia, se iba haciendo mas y mas grande. Camine lentamente hacia la cama donde estaba ella recostada.
La mire fijamente, y la tome de la mano. Ella abrió los ojos lentamente.
—Sam…
—No hables, ya estoy aquí contigo. Todo saldrá bien, ¿de acuerdo? —tenía los ojos brillosos por culpa de las lagrimas que estaba conteniendo.
—No llores, mi vida. —dijo con voz débil. — Estaré con papá…
—No, no te irás con el… no aun. —dije limpiándome una lagrima. No quería llorar frente a ella.
—Solo prométeme que cumplirás lo que te dije, no quiero que estés sola, eres lo único que tengo.
No podría creer que esto se estuviera repitiendo de nuevo, después de casi 11 años. ¿Era una maldición o algo?
—Mamá, te vas a poner bien… —comencé a decir, mi madre coloco su índice sobre mis labios para que no siguiera hablando.
—Solo dame un abrazo ¿sí? —Me acerque más a ella, pase mis brazos por su espalda y escondí mi rostro en su cuello. Lograba sentir su respiración entrecortada en mi cabello —Te amo, me siento muy orgullosa de ti. — me dijo al oído y de pronto, esa calidez de su respiración que me golpeaba suavemente, se había esfumado.
Me separe poco a poco de ella, con el pánico en mis ojos. Comencé a temblar, cuando mire hacia abajo, y vi que mi madre había muerto… en mis brazos.
— Mamá…—comencé a decir bajito, esperando que solo estuviera durmiendo. —Mamá…—repetí una vez más, mientras la movía delicadamente.  Lucía, se acerco a mí y puso una mano en mi hombro.
—Samantha, ya no hay nada que se pueda hacer. —dijo con la voz entrecortada.
—No me puedes hacer esto—decía en voz baja, mirándola fijamente. — No otra vez. —las lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas.
Los médicos y Lucía, quienes se encontraban dentro, empezaron a despejar la habitación para dejarme sola.

Estuvo varios minutos viendo a mi madre, las lágrimas ya habían dejado de caer. Me puse de pie, mientras secaba mis mejillas con un extremo de mi sweater. Camine escaleras abajo y vi a Lucia sentada sobre uno de los taburetes de la cocina.
— ¿Donde está Ken? —pregunte con la voz ronca.
—Salió desde temprano, no lo he podido localizar. —dijo, mirándome con pena. Tome el teléfono y teclee su número.
—No puedo creer que no responda. —dije después de unos minutos dejando el teléfono sobre la mesa. Apoye mis codos sobre esta y con mis dedos comencé a masajear mis sienes.
—Lo siento mucho. —dijo de nuevo Lucía. El tiempo que había estado con nosotras,  había hecho que nos uniéramos un poco.

El cuerpo de mi madre, aun yacía en su habitación. No podía hacer nada hasta que Ken llegara, ya que debía hablarle de lo que me había dicho mi madre. Mi mamá quería ser enterrada en Inglaterra, así que debíamos arreglar todo para llevar su cuerpo a allá.

El golpe de una puerta que se cerraba, nos asusto un poco. Supusimos que Ken había llegado. Entro corriendo a la cocina.
— ¿¡Porque nadie me aviso?!
— ¿Perdón? —dije poniéndome de pie. —Claro que intentamos comunicarnos contigo, pero nunca respondiste el teléfono.
— ¡Estaba ocupado!
— ¿Y eso a mí qué? ¡Debes responderlo, era una emergencia! —dije en el mismo tono de voz. Sentía que me hervía la sangre.
Lucia nos observaba fijamente, como si se preguntara si debía parar la pelea.
— ¿Sabes algo Samantha? No voy a perder mi tiempo contigo peleando, tengo cosas más importantes que hacer, como despedirme de mi esposa. —dijo, para así subir las escaleras, dejándome con la palabra en la boca.

Despedí a Lucía, ya que no tenía caso que siguiera aquí. Le di un abrazo y la acompañe hasta la puerta. Tome aire, para después subir hacia la habitación de mi madre, donde vi a Ken, sentado junto a ella, sujetando su mano. Por un momento verlo así me había conmovido un poco, pero después recordé lo mucho que me molestaba.
—Debemos hablar…—dije con la voz segura.
—No son momentos de hablar, ¿que no ves?
—Si lo son, y lo hare porque fueron las últimas palabras de mi madre… además, no quiero pelear con su cuerpo aquí…—un nudo se me hizo en la garganta.
—Bien, habla. —dijo aclarando su garganta.
Por primera vez en mucho tiempo, tendría una charla civilizada con Ken. Camine y me senté frente a él, en un sofá que estaba dentro. Esto era un poco extraño.
—No quería ser enterrada aquí.
— ¿No? ¿Entonces donde?
—En Londres… con mi padre. —lo mire expectante, no sabía si le gustaría la idea de que ella quisiera ser enterrada ahí.
—No sé porque no me sorprende eso…— Creo que el siempre supo, que a pesar de que mi madre lo quería, una parte de ella nunca había olvidado a mi papá.
—Oye, es su decisión. Eso es lo que quería, y si tú no quieres, yo la llevare. —dije firme, al ver que no decía nada.
—No estoy diciendo que no, la llevaremos. —guardo silencio. — ¿Qué más te dijo?
Tome aire, sabía que a él, al igual que a mí, no le gustaría la idea de que viviéramos juntos.
—Ella quería que me quedara contigo. —él me miro con los ojos abiertos como platos. —Hey, yo tampoco quiero vivir contigo. — Ken bajo la mirada de nuevo, hacia mi madre. —Me hizo prometer que no te dejaría. —dije con una mueca de asco. Aun no me agradaba la idea de tener que vivir con él, no lo soportaba. No podríamos convivir en paz.
—Bien. —limpio algunas pequeñas lagrimas que amenazaban por salir. —Haré unas llamadas, para partir hoy mismo.

***

Después de empacar todo, y de que unos señores vinieran por el cuerpo de mi madre, ya que debían prepararlo para viajar. Había llegado el momento de regresar a Inglaterra. Esta vez no regresaría a Essex, si no que nos iríamos a Londres, ahí Ken tenía un departamento que sería donde viviríamos a partir de mañana.

Antes de salir, llamé a la universidad, ya que no podría presentarme a mi graduación el lunes. Ellos, después de darme las condolencias, dijeron que me mandarían todos mis papeles a Londres, en cuanto les proporcionara una dirección.

Después, me decidí en llamar a Ashley, no podría irme sin despedirme de la que había sido mi única y verdadera amiga, después de 11 años. Ashley no lo creía, comenzamos a llorar juntas.
—Debo cortar, el taxi ya llego. —dije limpiándome las lagrimas.
—No te olvides de mí. Te deseo lo mejor.
Colgué el auricular, le di un último vistazo a mi habitación y me encamine hacia la salida.
¿Quién iba pensar que el día en que regresara a Inglaterra, seria para enterrar a mi madre?
Suspire y cerré la puerta principal.


(…)


El cuerpo de mi madre, había salido antes en un vuelo especial, así que en cuanto llegáramos nos trasladaríamos a una funeraria.

No dejaba de caminar por la sala 5 –donde debíamos esperar a que fuera anunciado nuestro vuelo-. Cuando recordé, que no le había llamado a Melanie.

Melanie era una amiga de mi infancia, a pesar de que ya no vivíamos en el mismo continente, seguíamos en contacto y para mi, era una hermana. Seguido hablábamos vía Skype. Era divertido, ya que nadie pensaría que era posible que dos niñitas, hicieran crecer su amistad a pesar de no vernos. Melanie era una chica agradable, era un año mayor que yo y nuestras madres solían ser las mejores amigas del mundo. La mamá de Mel –como yo le decía – se la pasaba de viaje de negocios, pero ella era feliz. A pesar de eso, eran una familia feliz. Ella no tenía padre, pero a diferencia de mí, no era porque había muerto. No, la mama de Melanie era madre soltera, ya que su padre nunca quiso hacerse cargo de ella, cuando se entero que estaba embarazada.
No tenía ganas de llamar, así que solo teclee un mensaje.
“Mel, regreso a Inglaterra. Mi madre murió. En cuanto llegue te llamo. x”
Si, así era yo. No me gustaba entrar en sentimentalismos.


 “Pasajeros del vuelo 212 a Londres, Inglaterra. Favor de abordar por la puerta 5.”



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Por favor, creo que no les toma mucho comentar el capitulo, en serio necesito saber si la leen hahaha, como sea. espero les guste :)
NO quiero lectoras fantasmas.


Yanan.

jueves, 13 de octubre de 2011

Capítulo dos.



No era la típica chica popular en la Universidad, era muy normal. Si, tenía amigos, mucho en realidad, pero de vez en cuando me gustaba estar sola.
Si tuviera que describirme, diría que tengo un cuerpo menudo, soy delgada, pero no en exceso y mi tono de piel era demasiado “normal” para mí, pero mis amigas me decían que lo envidiaban. Mi cabello rubio obscuro, largo y sedoso, con ondas naturales. Mis ojos eran verdes, pero a veces parecían color miel. Aun tengo muy marcado el acento ingles, a pesar del tiempo que tengo viviendo en California. Pero claro, después de tantos años, se me pegaban algunas maneras muy típicas de  aquí.
No soy de tener muchas relaciones con los chicos, más bien casi no he tenido novios, soy de relaciones largas. Y ya se, casi tengo 22 años y solo he tenido un novio formal, pero no es algo que me preocupe.
 (…)
Al término de mi última clase, tome mis cosas y camine hacia mi casillero, unos días más y me graduaría.
— ¡Hey Dickens! — escucho que gritaban detrás de mí. Me giro y vi a Josh quien había sido mi compañero en Matemáticas.
— ¿Qué pasa? —dije en modo de saludo. 
— ¿Cómo estás?
—Bien y ¿tu?  ¿Qué tal los exámenes? —dije mientras comenzaba a caminar.
—Bien, creo que esta vez no dejare ninguno.
—Me alegro…
—Oye Sam…Samantha. —no me gustaba que me dijeran Sam, ya que me recordaba a mi padre. —me preguntaba qué harías este fin de semana…
—Oh,  no lo sé… verás, mi madre no ha estado muy bien de salud y no me gusta dejarla sola.
—Comprendo… bueno, daré una fiesta —estiro su mano y me dio una hoja con las indicaciones de cómo llegar. —Estas invitada, y me encantaría que fueras, será la última fiesta antes del gran día.
—Haré lo posible por ir. Gracias Josh y suerte en tus exámenes. —dije haciendo una seña de despedida, para así comenzar a caminar hacia mi auto. No me gustaba dejar sola a mi mamá, a pesar de que tenía una enfermera a su servicio.
Mi familia no era rica, pero si teníamos dinero para vivir cómodamente, sin que nos faltara algo, así que mi auto, no era un Mercedes, ni mucho menos un Audi, era un Ford fiesta color rojo.
Conduje hasta mi casa, y al llegar y estacionar el auto, vi que Ken, ya había llegado. Suspire antes de entrar, ya que realmente no lo soportaba.
—Hola. —dijo él en cuanto traspase la sala. Solo hice un movimiento con la cabeza a modo de saludo. —Tu madre está dormida, no subas a molestarla. —dijo desde el sofá en el que estaba bebiendo y comiendo cacahuates. Al ver que tenía una cerveza en la mano sentí que la sangre me hervía, no pasaban ni siquiera de las dos de la tarde y el ya estaba embriagándose. — ¿Qué me ves? —Dijo cuando se dio cuenta de que lo miraba con repulsión
—Nada, iré a mi habitación.
Antes de entrar a mi habitación, pase por la de mi madre, para ver si en realidad estaba dormida. Cuando vi, que él no me había mentido, camine a la mía y me tumbe en la cama, mirando hacia el techo.
Después de unos minutos, saque mi cuaderno de dibujo y comencé a dibujar todo lo que se me viniera a la mente, arboles, hadas, ojos, manos… podía estar horas dibujando, era lo que más amaba, antes que la fotografía y claro, después de mi madre.

***

Al día siguiente en la noche mi madre no durmió nada bien, se la pasó tosiendo y en una ocasión estuvo a punto de ahogarse, mientras Ken dormía en la habitación de huéspedes, yo me la pase en vela cuidando de ella junto con la enfermera, quien le coloco una mascarilla de oxigeno.

A la mañana siguiente, cuando desperté, me di cuenta que me había quedado dormida junto a mi madre. Tallé mis ojos y la mire, al parecer se sentía mejor, porque estaba despierta.
— ¿Cómo dormiste? —pregunte en un bostezo.
—Pésimo. —dijo. Yo me senté junto a ella. —Hija, te quiero decir unas cuantas cosas…
Me sorprendí y la mire atenta.
—No empieces mamá… te vas a poner mejor.
—No lo sabemos, Sam… —solo ella podía llamarme así.
—Los doctores…
—Los doctores no saben porque estoy así cariño. —dijo interrumpiéndome. —Solo escúchame sin decir nada ¿De acuerdo? — gire los ojos, en realidad no quería escucharla hablar de eso.
—De acuerdo.
—Si algo me llega a pasar, quiero que me prometas que no te quedaras sola, y no dejaras a Ken, quien prácticamente es el único familiar…
—El no es nada mío. —interrumpí. Mi madre me miro seriamente. —De acuerdo continua.
—Ken es lo único que tienes aquí, y prácticamente en todo el mundo. Ya que perdimos la comunicación con la familia de tu padre. Así que… si me llega a pasar algo, prométeme que iras a donde el vaya, y en serio, que no lo dejaras. ¿Lo prometes?
—Mamá, esto es estúpido.
—Promételo. —dijo tosiendo.
—Lo prometo. — dije para no hacerla enojar.
— Todos mis ahorros y los de tu padre, están en un banco en Inglaterra, pero podrás disponer de él hasta que tengas 22 años, no podrás sacarlo todo hasta que cumplas los 24… otra cosa, el día en que muera, quiero que lleven mi cuerpo y lo entierren junto a tu padre, —tosió de nuevo. Yo estaba aguantándome las lagrimas — Hija, no estoy diciendo que moriré hoy. Solo quiero dejarte avisada y quiero dejarte en buenas manos y que sepas lo que quiero. Sam, eres una chica buena, pero no quiero que te quedes sola. Lo hago porque te amo.
—Lo sé mamá, pero…
—Pero nada, cariño. Este tema no se volverá a tocar. Ahora ve a tu último día de clases.

(…)

Llegue a la universidad, aun un poco molesta por lo que mi madre me había dicho. Me dirigí hacia mi casillero y saque los libros que usaría durante las dos primeras horas de clase, para después dirigirme al aula donde me tocaba Historia del Arte.
Camine por el pasillo, hasta llegar a su asiento. Dejo mi bolso en el piso, para después dejar caer mis brazos sobre la banca.
—Alguien no tuvo una buena noche. —dijeron a mi izquierda. Me gire y vi a mi amiga Ashley.
Nadie creía que éramos amigas, ya que éramos muy diferentes, Ashley era la típica chica de California: rubia, de ojos azules y tez bronceada. Lo opuesto a mí: tez blanca, cabello castaño y ojos verdes.
—La verdad no. Mi mamá sigue enferma…—dije con una mueca de preocupación.
— ¿Y que han dicho los médicos?
—Siguen sin saber nada, y realmente eso me está matando. ¿Puedes creer que hoy hablo conmigo de lo que quería que hiciera cuando muera? —hice un ademan con la cabeza, al recordar la plática que habíamos tenido.
—Vamos, Samantha… no creo que lo diga en serio. Ella se va a poner mejor, vas a ver.
—Espero. —dije al percatarme que el profesor ya había entrado. —De igual manera…—seguí diciendo en voz baja. — No tienes idea de lo que me pidió.
— ¿Qué te cases y tengas hijos? —dijo divertida.
—No, aunque preferiría eso… Me pidió que me quedara con Ken, pase lo que pase. —fruncí el ceño. —Y créeme que no me pude negar. Tuve que prometérselo.
—Pero, ¿Qué tu mamá no ve lo que en realidad es ese tipo? — me encogí de hombros. —Vaya, es un claro ejemplo de que el amor ciega.
—Gracias a Dios, nunca me he enamorado así. Pero, él la hace feliz, no puedo hacer nada.

El día siguió su curso normal, estaba por terminar mi último examen, cuando mi celular comenzó a sonar. Intente acallar el sonido colocando mi mano sobre él, pero no pude así que conteste al azar las dos últimas preguntas, mientras tomaba mi bolso y me ponía de pie.
— ¿Listo? —pregunto la Señora Kingsley. Yo asentí. —Bueno, si es así, suerte y buen fin de semana.

Cuando salí del aula, mi celular ya no sonaba, así que lo saque para ver quién me había llamado, cuando vi varias llamadas perdidas provenientes de mi casa. El corazón se me puso a mil por hora. De repente, comenzó a sonar de nuevo, y esta vez sí logre tomar la llamada.
— ¿Diga?
—Samantha, ven a casa ahora.
— ¿Qué paso? —dije mientras corría hacia mi auto.
— Es tu mamá.




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Por favor, creo que no les toma mucho comentar el capitulo, en serio necesito saber si la leen hahaha, como sea. espero les guste :)
NO quiero lectoras fantasmas.

sábado, 8 de octubre de 2011

Capítulo uno.



Había llegado la hora de la salida, así que tome mi mochila y camine hacia la camioneta que me esperaba en la entrada. Era mi mamá, quien había venido por mí. Subí en silencio a la parte trasera, ya que mi madre –Ángela– jamás me dejaba sentarme en el asiento de frente, ya que decía que podía ser peligroso, y tal vez tenía razón, nunca se sabía con que loco o loca te podrías topar frente al volante.

Me puse el cinturón de seguridad y mire a mi madre, quien conducía en silencio. Ella había cambiado mucho, ya había pasado un mes desde que mi papá se había ido y desde entonces ella se había descuidado, casi no se esmeraba en su apariencia física e incluso nuestra relación había cambiado, casi no hablábamos y eso era extraño.

Comencé a jugar con un lapicero que tamborileaba sobre mi pierna, ya que el silencio era muy incomodo. Mi madre freno de golpe, haciendo que se me resbalara, me quite el cinturón y comencé a buscarlo por todo el asiento y el piso del auto, cuando lo encontré y me puse de pie, vi que en la parte trasera traíamos muchas maletas y varias cajas.
— ¿Qué hacen esas maletas atrás? — pregunte mientras me acomodaba de nuevo en mi asiento, esperando respuesta de mi madre.
—Oh, ¿eso? —yo asentí con obviedad. —Bueno, Samantha… nos vamos de Essex. —dijo sin más.
— ¿Cómo que nos vamos? No podemos irnos, mamá. Aquí vivimos, aquí esta nuestra familia, nuestros amigos… —comencé a decir rápidamente, no quería irme. Mire a mi madre, quien seguía conduciendo. —Además, —dije— no podemos irnos, papá va a regresar.
Eso ultimo que dije, hizo que mi madre frenara de nuevo. Se llevo las manos a la cabeza y comenzó a inhalar y exhalar antes de girarse hacia mí.
—Samantha, cariño… —me miro desde el asiento de adelante, directamente hacia mis ojos. Estaba a punto de llorar, yo la miraba fijamente, esperando que me dijera que no nos iríamos. — Papá no va a regresar, necesitas empezar a comprender eso. —me dijo suavemente.
Yo intente comprender esas palabras, una por una, pero no podía, no quería.
—El lo prometió…—dije, estaba a punto de comenzar a llorar, sentía como mi labio inferior comenzaba a temblar.
—No, no llores. A él no le gustaría verte llorar. —rasco su cabeza, para mirarme de nuevo, mientras tomaba mis manos entre las suyas. — Cariño, papá se fue al cielo y cuando se está allá, las promesas no importan. ¿De acuerdo? —yo asentí tristemente. —Papá no va a regresar, pero el siempre estar contigo, aquí —señalo su corazón. — El siempre vivirá en ti, a menos que lo olvides y dejes de recordarlo… él nunca te va a dejar, siempre estará a tu lado, cuidándote y apoyándote, papi se convirtió en un angelito que vuela a tu lado, ¿De acuerdo?
— ¿Un angelito? —pregunte con una media sonrisa. Mamá me sonrió de nuevo mientras asentía con la cabeza.
Bueno, a pesar de haber estado casi una semana sin hablarnos, había sido un buen comienzo.
— ¿Y a donde nos iríamos? —dije al cabo de unos minutos. Mi madre ya tenía la vista sobre la calle de nuevo.
—Nos iremos a California… en otro continente. —dijo al ver que no decía nada.
— ¿P-pero… porque tan lejos? ¿Por qué no a otra ciudad? —comencé a decir con pánico.
—Hija, debemos empezar de cero de nuevo, ¿Y que mejor que en un nuevo continente?
—Odio los cambios—dije cruzándome de brazos y frunciendo el ceño.
— ¿Qué vas a saber tu de cambios? Tan solo tienes 11 años. —dijo riendo.

La fulmine con la mirada, tal vez no sabía mucho de cambios, pero toda mi infancia había cambiado en menos de 1 mes… Eso podía contar ¿no?

***

El taxi se detuvo frente a una casa -algo grande, a decir verdad- Mi madre y yo bajamos del auto, con el poco equipaje y pertenencias que habíamos traído desde Inglaterra, en realidad eran muy pocas, solo algunos recuerdos de nuestra casa. La mayoría de los muebles, mi madre los había vendido con todo y la casa.
—Esto es diferente…—murmure mientras intentaba cubrirme los ojos de los rayos del sol.
—Vamos Samantha, esta bonito. Vas a ver que, California, te va a encantar. Siempre hay sol y hay muchas playas cerca.
—Pero…
—Nada de ‘peros’. —me interrumpió. —Anda, camina.
Entre a la casa enfurruñada. No estaba feliz y nada de lo que ella intentara decirme de California, me haría cambiar de opinión. Yo no pertenecía aquí.

***

Los rayos del sol se colaban por las cortinas de mi habitación. Me levante de la cama, con una flojera increíble. Camine hacia mi armario y saque un cambio de ropa. En realidad odiaba levantarme por las mañanas, pero con el paso del día mi humor cambiaba.

Las cosas seguían cambiando desde el día en que mi padre murió, ya no era más una niña, claro estaba. Estaba por graduarme de la universidad, -estaba estudiado diseño, ya que me encanta dibujar- y mi madre, ya se había casado por segunda vez hace 2 años. Y a decir verdad, eso no me hacía tan feliz, el tipo con el que mi madre se había casado era insoportable y un gran patán. Pero siempre que ella estaba cerca, se comportaba totalmente diferente, como un caballero y una persona educada.

Su nombre es Ken Wilkins y también es ingles como nosotras, tenía poco tiempo viviendo en California, -poco más de tres años- y había conocido a mi mamá en la empresa donde ambos trabajaban, hace 7 años; Pero él había tenido que regresar a Inglaterra a atender unos asuntos. Cuando regreso a California, le declaro su amor a mi madre y a los 3 meses de ser novios, él le propuso matrimonio –si, así de rápido-. Hace feliz a mamá, él le regreso la sonrisa a su rostro, así que no podía hacer nada, solo apoyarla en sus decisiones.

Otra cosa que cambio, es la salud de mi madre, que a pesar de los cuarenta y tantos años que tiene, poco a poco iba disminuyendo. Eso era algo que me preocupaba, era algo que me quitaba el sueño por las noches, ¿Qué haría si perdiera de nuevo a alguien importante para mí? No sería capaz de soportarlo.
El aspecto de mi madre cada día era más desmejorado, grandes bolsas debajo de los ojos, y su piel cada vez estaba más pálida, aunado a unos labios un poco morados. Estaba enferma de los pulmones, ningún doctor sabía a ciencia cierta que tenía, solo decía que tenía que ver con el cigarro y la contaminación, ella jamás había fumado, así que entonces eso quedaba descartado.




(...)



Esa mañana, salí de mi habitación y fui directo a la de mi mamá. Toque antes de entrar y la vi ahí, recostada sobre su cama. Me dolía verla así, sin energía. Ahogue un suspiro y camine hacia ella.
— ¿Cómo te sientes esta mañana? —dije mientras me sentaba a su lado.
—No sabría decirte…—dijo con voz ronca y comenzando a toser. —Al menos, amanecí.
—Vamos, mamá. Arriba ese ánimo, ¿quieres que te lleve a dar una vuelta? —intente animarla.
—No cariño, realmente no me siento bien, como para salir.
—Mamá, el día esta hermoso…
— ¿Cómo tu? —eso me hizo sonreír.
—No, como tú. —dije mientras pasaba mi mano por el su cabello, acomodándole un mechón detrás de su oreja.
— ¿Dónde está Ken? — me pregunto.
—No lo sé, cuando baje a desayunar su auto ya no estaba… por cierto, en unos minutos, subirán a traerte tu desayuno y quiero que te lo termines completito, ya pedí que te vigilaran. —mi comentario la hizo sonreír, así que sonreí con ella.
— ¿Vas a la Universidad?
—Si…—dije cansada— estoy en exámenes finales ¿lo recuerdas? —ella asintió cansada. —Bien, te dejare descansar, hoy solo tengo tres clases, así que estaré temprano, espero hoy si me acompañes a comer, no me gusta comer sola con…
—Sam…—dijo mi madre en manera de regaño.
—Mamá, ya sabes lo que pienso de él, te amo, pero no tengo que quererlo a él. Hablamos luego, que se me hará tarde. —dije poniéndome de pie y besando su frente. — Te amo.











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viernes, 7 de octubre de 2011

Prologo.




Cuando te das cuenta de que la vida, no es de color rosa y que no se tiene el esperado “final feliz”, es cuando dudas de todo lo que las películas dicen… ¿Por qué insisten en mostrarle al mundo que todo puede ser feliz y que después de la tormenta viene la calma?
Tal vez todo se hace más difícil cuando crees que aquellos héroes, que nunca iban a abandonar a su pequeña protegida, lo hacían, dejándola desconsolada y con una gran carga de sentimientos sobre sus hombros… una carga muy pesada para una niña.

Samantha Dickens era muy joven cuando el hombre más importante de su vida había dejado de ser parte de ella…
Su padre había sido todo y a la vez nada. Los dos tenían un carácter fuerte, pero dulce a la vez. Su madre les solía decir “bipolares”. Ella, a pesar de su corta edad, tenía grandes peleas con su padre… si alguien los llegaba a ver discutir de esa manera, se preguntaría  ¿como esas fuertes palabras provenían del cuerpo de una chiquilla?

No siempre eran peleas, la mayoría del tiempo ella y su padre se comportaban como el ejemplo perfecto de una familia sin problemas, la llamada “familia perfecta”, la cual todos envidiaban.

La relación con su madre era buena, linda. Pero no igual de extremista como la que tenía con su padre. Su madre le enseñaba a ser femenina y él todo lo contrario, la llevaba a partidos de futbol, de basquetbol, a las luchas… a todo lo que un padre llevaría a su hijo varón. No lo hacía porque hubiera querido tener un hijo hombre, no, todo lo contario, la amaba tanto que se le hacía imposible no incluirla en sus actividades, en lo que a él le gustaba.
«Eres la hija que todos querrían tener.» le decía. «Nunca te dejare, siempre estaré aquí para ti… para cuidarte y protegerte de los que te quieran hacer daño.» ella siempre sonreía, mientras se acurrucaba en sus brazos.
«¿Lo prometes?»Preguntaba con la inocencia de una niña de 10 años.
«¿Alguna vez te he fallado?» ella sonrió con más fuerza y lo abrazo.
«Nunca.»

Una noche de agosto del 2000, una llamada en la madrugada, cambiaria su vida.
Al escuchar los gritos provenientes de la habitación de junto, se paro rápidamente con el corazón a mil por hora. ¿Qué era lo que pasaba? Camino lentamente hacia la habitación de su madre, la puerta estaba entreabierta, lograba ver a su madre junto a la cama, de rodillas y llorando desconsoladamente. En ese momento sintió que su corazón se hacía añicos, le dieron ganas de llorar. No comprendía lo que pasaba. Se quedo estática debajo del marco de la puerta, mientras observaba a su madre.

Esa noche su padre había sufrido de un infarto mientras salía de su oficina. Los doctores habían dicho que no había nada que se pudiera hacer, en cuanto le dio el infarto al corazón, otro infarto le dio en el cerebro. Había de dos, o quedaba en estado de coma, o moría. En todo caso venía siendo lo mismo, ya que había un 0.00001% de que despertara de ese coma, y que quedara mal por el resto de su vida.


***


Era triste, su padre había muerto justamente el día en el que cumpliría 11 años. En vez de recibir regalos, recibía condolencias. La gente pensaba que no entendía lo que pasaba, que aun era muy pequeña. La veían sentada, apartada de la multitud, con esa muñeca mullida, a la que le faltaba un ojo, y que en vez de ser blanca, era amarilla. Todos la veían con lastima. No lloraba, solo mecía sus pies y miraba su muñeca. Samantha comprendía exactamente todo. Era muy inteligente a pesar de su edad, nadie en realidad la conocía, la sobreestimaban.
Dentro de su mente, ella intentaba comprender el porqué su padre la había dejado, siendo que él le había prometido que jamás se iría de su lado.

Caminaba por los pasillos de su casa con tal inocencia, que la gente que la veía se soltaba llorando. ¿Cómo puede ser que una niña tan adorable quedara huérfana de padre tan pequeña?

¿Por qué la gente lloraba?
Se preguntaba. De acuerdo, él se fue, pero tal vez regresaría. El había hecho una promesa y debía cumplirla. No podía irse sin ella.
Lo que Samantha no sabía, es que su vida sufriría demasiados cambios a partir de ese día. ¿Estaba preparada? Quizás sí, quizás no…






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