Me levante cuidadosamente, ya que las persianas estaban
cerradas y me impedían ver con claridad, busque con cuidado el interruptor para
encender las luces de mi dormitorio. Eran las 8:15 de la mañana. ¿Qué hacia
despierta tan temprano? Bueno, había decidido salir a buscar trabajo, está
bien, tengo dinero… pero necesitaba algo con que distraerme, no podía estar
molestando a Melanie, ni mucho menos a los chicos, en vista de que eran los
únicos amigos que tenia.
Camine hacia el baño y abrí el grifo, esperando que el agua se pusiera un poco caliente.
Refresque mi cara y me quede viendo mi reflejo en el espejo, otra pelea, otro ojo morado. En realidad por más que pensara, no sabía el porqué Ken se portaba tan mal conmigo, ¿Por qué los golpes? No podía hacer nada, y aunque quisiera, no debía. Promesas son promesas.
Fui directo hacia mi armario y saque unos jeans y una camiseta de vestir, junto con unas botas y un ligero sweater. Quería ir presentable, pero no lo suficiente formal. Me cepille el cabello, dejándolo suelto. Mi cabello me llegaba un poco abajo del busto y tenía una ligeras ondas, así que no se veía mal si lo llevaba así, solo hice una pequeña trenza a la altura de mi fleco, sujetándola con una horquilla. Hubiera deseado lo más natural posible, pero tuve que maquillarme para ocultar lo morado debajo de mi ojo.
Después de dejarle preparado todo a Ken, salí con mi bolso, un periódico y tome el taxi que me estaba esperando fuera.
Camine hacia el baño y abrí el grifo, esperando que el agua se pusiera un poco caliente.
Refresque mi cara y me quede viendo mi reflejo en el espejo, otra pelea, otro ojo morado. En realidad por más que pensara, no sabía el porqué Ken se portaba tan mal conmigo, ¿Por qué los golpes? No podía hacer nada, y aunque quisiera, no debía. Promesas son promesas.
Fui directo hacia mi armario y saque unos jeans y una camiseta de vestir, junto con unas botas y un ligero sweater. Quería ir presentable, pero no lo suficiente formal. Me cepille el cabello, dejándolo suelto. Mi cabello me llegaba un poco abajo del busto y tenía una ligeras ondas, así que no se veía mal si lo llevaba así, solo hice una pequeña trenza a la altura de mi fleco, sujetándola con una horquilla. Hubiera deseado lo más natural posible, pero tuve que maquillarme para ocultar lo morado debajo de mi ojo.
Después de dejarle preparado todo a Ken, salí con mi bolso, un periódico y tome el taxi que me estaba esperando fuera.
***
Cansada de estar buscando trabajo, fui a una pequeña cafetería.
Ya en mi mesa y con un té helado frente a mí, me puse a ver las posibilidades que me quedaban, ya que de las 20 que había elegido, en al menos 15 me habían dicho que no era lo que necesitaban. Me sentía realmente frustrada.
—Ok, esta ya no me gusto —dije en voz baja, mientras hacía una cruz sobre un trabajo de niñera. —Veamos esta…— trabajo en un zoológico… ¿realmente había elegido eso? — definitivamente no.
Al termino de leer todas las opciones que me quedaban, me di cuenta que no tenía nada. Gruñí un poco, mientras colocaba mis manos en mi rostro.
Sentía que alguien me observaba muy de cerca, así que alce mi cabeza y me tope con una señora algo regordeta mirándome con insistencia, yo me gire, para ver si no tenía a alguien sentado en la mesa detrás de mí, pero no había nadie. Así que me gire para verla de nuevo, me miraba como preguntándose si yo era real.
— ¿Se le ofrece algo? —pregunte amablemente.
—Yo… lo siento, es que te pareces demasiado a alguien… pero no…—dijo una palabra tras otra.
— ¿En serio? —pregunte divertida. — ¿Quién querría parecerse a mí?
La señora era adorable, tenía el cabello corto y blanco, sus mejillas estaban rosas y sus ojos eran cafés y cansados por los años.
—Bueno, eres una muchacha muy linda, por lo mismo te observaba. Hace mucho yo conocía a una niña, mas bien, que es muy parecida a ti… —dijo sentándose en mí mesa.
— ¿Y qué paso con ella?
—Pasaron varias cosas, que hicieron que saliera del país junto con su mamá. —decía sin quitarme la vista de encima. Lo último que dijo me había hecho pensar… pero no, sería mucha coincidencia.
— ¿Y cómo se llamaba? —ella sonrió ante mi pregunta.
—Era una niña muy inteligente, llena de vida y risueña, siempre se la pasaba jugando con los pájaros, dibujando o intentando tocar el piano de mi esposo, su nombre era Samantha, pero odiaba que le dijeran Sam. —termino con una sonrisa más grande y un ligero brillo en los ojos. De mi parte, yo me atragante con mi bebida, estuve a punto de escupirla. — ¿te encuentras bien, querida? —pregunto preocupada.
—Si, solo que… es mucha coincidencia…—dije sin mirarla. — ¿me podría decir su nombre? —pedí.
—Por supuesto, me llamo Paula McKinsey.
¿Paula? ¿Paula McKinsey? ¡No podía ser ella! Era una gran amiga de mi madre, ella me cuidaba cuando mis padres salían de viaje, era como una abuela para mi… recuerdo todas las tardes que pasaba en su casa jugando e intentando tocar ese gran piano de cola negro. Era hermoso… ¿Cómo podía haberla olvidado?
Los ojos se me empezaron a humedecer, la mire con la boca en una muy formada “o”
—No puedo creerlo…
— ¿Sam? ¿Mi Samantha? —yo asentí, estaba a punto de llorar. Me puse de pie y me senté a su lado. Ella me miro, hace mucho no me miraban así, con amor, con ternura, me deje ir a sus brazos y haciendo que me abrazara fuertemente. Me separe poco a poco y me acomode el cabello de nuevo, tome aire y recupere la compostura. — ¿Qué haces aquí, en Londres? —dijo después de unos minutos.
—Es una larga historia, Paula. —dije torciendo la boca. Ella miro el gran reloj de pared, que estaba detrás de mí.
—Bueno, tenemos toda la tarde. —me regrese a mi lugar, para así quedar frente a ella. Le platique que había muerto mi madre y que por eso había regresado, porque ella quería ser enterrada aquí. —Lamento muchísimo escuchar eso. —dijo con un dejo de tristeza en su voz.
—Yo también, no sabes… —suspire.
— ¿Dónde te estás quedando?
—Con mi padrastro.
—Oh… así que se volvió a casar…
—Si, y no niego que fue feliz mientras estuvo con él, solo que no me cae muy bien…
Estuvimos varias horas hablando de mi vida y la de ella, aunque claro esta de la mía no pude contarle casi nada, solo que me había graduado de la universidad. En cambie ella me platico de muchas cosas, que sus hijos Max y Leonardo ya se habían casado y ahora era abuela. De su esposo Martin, solo me platico que seguía igual que siempre de consentidor, solo que ahora lo hacía con sus nietos. Me dijo que se pondría feliz de verme. Y bueno, yo también quería verlo. Había pasado muchos de mis mejores momentos ahí, con ellos dos.
— ¿Y ese periódico? —dijo mientras le daba un sorbo a su café.
—Planeaba ponerme a trabajar, pero parece que no nací para ninguno de los trabajos que aquí piden —dije mostrándole todas las cruces rojas.
— ¿Trabajar? ¿Y tu porque quieres trabajar?
—No lo necesito, pero quiero distraerme, sentirme productiva y bueno… no quiero ser una carga para Melanie y sus amigos, los cuales ahora son míos —dije sonriendo.
— ¿Una carga?
—Si, todos ellos trabajan, son parte de la banda McFly —dije sonriendo— y Mel, ella también trabaja.
—Ya entiendo, no sabía que Melanie estaba aquí por cierto. Tengo mucho sin verla…
—Sigue igual de loca. —ambas reímos. Ella se quedo en silencio por un momento.
— ¿Sabes, Sam?
—Dime…
—Martin y yo tenemos una tienda de antigüedades, una jovencita como tu edad más o menos trabaja con nosotros y bueno… no creo que a Martin le moleste tener otra empleada, nosotros ya somos viejos y pues ella no puede sola… ¿Te gustaría trabajar con nosotros?
— ¿Es enserio? —los ojos se me iluminaron.
— ¡Claro que sí! Te daré una tarjetita con nuestra dirección y vas mañana si quieres, o cuando puedas. Martin se pondrá feliz.
Saco un papelito de su bolso y me lo tendió. Lo leí y lo guarde en mi bolso.
—Muchas gracias. —dije poniéndome de pie y besando su mejilla.
Mi celular sonó, haciendo que me acomodara de nuevo en mi asiento. Era mensaje de Melanie.
“Noche de pizzas en mi casa, te espero.”
Le respondí al mensaje a Mel y después de eso, Paula me dijo que debía irse. Así que salimos juntas de la pequeña cafetería, haciéndome prometerle que iría a su tienda.
En serio me había alegrado demasiado verla, era como, no sé
cómo explicarlo, pero me hacía sentir tan cerca de mi madre… Al parecer la vida
no me odiaba del todo, porque me estaba poniendo personas increíbles a mí
alrededor y regresando viejas amistades.
Yanan.